sábado, 29 de enero de 2011





. (.. estos extractos salen de la primera parte de el libro.) 

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(Hablando sobre las diferencias entre el sentimiento de “angustia”  y el sentimiento de “miedo o temor”)

....como es sabido, ha sido Martín Heidegger quien con mayor rigor ha deslindado estos dos estados de ánimo. Dicho con cierta brevedad y sin animo de entrar en la jerga heideggeriana, podemos decir que el objeto del miedo es siempre algo determinado, algo que se nos presenta dentro de el mundo, ya sea como una <<cosa>> que se resiste a ser meramente contemplada a distancia y en seguro, como un <<útil>> o instrumento que de pronto se revela amenazador y nocivo, o como otro hombre, como un <<semejante>> que no menos inopinadamente se enfrenta a nosotros. En cualquiera de estos casos, lo temible se halla dentro de un círculo cotidiano de significatividad, o sea  de un “mundo a la mano”, revelándose en él como algo que nos resulta adverso. Por utilizar una terminología cara a carl Schmitt, y ampliamente difundida, podemos decir que lo temible es un inmincus, un “no-amigo”: forma parte de mi mundo, y en este sentido lo acojo y entiendo, pero está contra mi.
En el miedo, el sujeto que intenta escapar está justamente sujeto a la circunstancia amenazadora, de manera que resulta ofuscado para todo cuanto no sea su propio miedo: <<pierde la seguridad -dice Heidegger- para todo lo demás, es decir, pierde la cabeza>>. En cambio, la angustia no tiene objeto ni causa, sino que se presenta como una radical indeterminación (de ahí la necesidad psicológica de buscar un objeto temible, de poner un nombre común al peligro. Uno no está angustiado por tal o cual cosa, sino al contrario: lo está porque las cosas, nuestro <<mundo>>, el horizonte de significatividad y comprensión se aleja, y nos deja desnudos, inermes, ante.. lo Otro, ya sea la “nada”( como en Heidegger) o el “il y a” (el ser opaco y nocturnal, de Levinas y Blanchot).
En la angustia nos escapamos de nosotros mismos: en realidad no somos ”yo” ni “tu” los desazonados, sino “uno”. Solo resta el puro existir en la conmoción de ese estar suspenso en que no hay nada donde agarrarse.

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( Hablando sobre la conjunción básica de elementos para el nacimiento de el Terror; lo sublime y lo siniestro, apuntando desde la visión de Kant de lo sublime.)


….en efecto y como es bien sabido, lo sublime es para Kant el sentimiento  resultante de un desbaratamiento del juego libre, puramente formal, de las facultades cognoscitivas: el entendimiento y la imaginación. (……)
…. Con todo, lo sublime se encuentra por así decirlo domesticado a priori por Kant. En primer lugar, por que eso <<Otro>> impresentable es englobado bajo un nombre en el fondo bien conocido: la Naturaleza. (…….)
….por el contrario y sin negar desde luego la impronta Kantiana, habría que entender en relación con nuestro terrorífico tema, lo sublime mas bien en el sentido dado por Adorno y Lyotard. Ante una naturaleza mas bien vencida, humillada y esquilmada por una Ilustración que ha acabado por perder todo “lustre” a base de convertir en mito irracional su propio programa fundacional, lo <<sublime>> se habría refugiado mas bien en las artes y sobre todo en el arte no figurativo, allí donde “ello” (como en el expresionismo abstracto o en el arte conceptual) se niega a ser reconducido a un esquema técnico o estético, mostrando en cambio con toda brutalidad su componente materico , dejando entrever allí algo rabiosamente inhumano.
Como dice con toda precisión Adorno: “La idea que Kant tuvo del arte era la de servidor del hombre, pero el arte se hace humano desde el momento en que reniega de ese servicio”

            
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(Hablando sobre las usualmente desconocidas diferencias entre los términos terror y horror)

….. ahora bien, parece que solo hay algo que todo el mundo desea, a saber, no tanto la muerte cono la evitación del dolor, sobre todo el físico y violento, en cuanto (nos imaginamos)  ello conllevaría al desgarramiento, la pérdida de la unidad sustancial de cuerpo y mente. Sin embargo, el lado oculto siniestro de ese deseo dice justamente que el dolor individua, separa y distingue: que sólo él permite reconocer al otro y a lo Otro en una distancia infranqueable, irrebasable ; y que solo de este modo, como a la inversa y oblicuamente es posible llegar a ser “yo”. Si esto es así podemos inferir entonces que sólo se produce genuino terror cuando lo Siniestro queda estrechamente conectado con lo Sublime. En efecto, este ultimo sentimiento evoca algo irrepresentable, a saber: el espectro de lo Otro, lo no susceptible de domesticación, o sea , literalmente, lo Inhóspito. Pero cuando esa inhospitalidad se descubre como el reverso de la propia familiaridad humana con el mundo es decir cuando lo “inhumano” deja de estar al servicio del hombre vuelve a arraigar lo inhóspito en el interior del propio mundo, pero como refractario e inasible, algo manifiesto que debiera haber quedado para siempre oculto.    (….)
…en efecto si el terror es, como hemos señalado y analizado, el sentimiento angustioso de la compenetración de lo sublime y lo siniestro latente en los mecanismos de evitación del dolor, en cambio el horror –esa suerte de <<sucedáneo>> burgués del terror- sería el sentimiento medroso de la exasperación del asco, de la repugnancia (en cuanto a descomposición de algo bello, o sea, ante una belleza negativamente determinada.

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TERROR TRAS LA POSTMODERNIDAD–Félix Duque.
Abada editorial-“lecturas de estética”2004)

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